Nombres valencianos de plantas. 3.
Hagadá de Barcelona, manuscrito
hebreominiado, 1350.
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La voz
castellana expurgar, verbo que suena parecido en catalán, valenciano y churro: esporgar, espurgar, que todo agricultor o jardinero conoce, se queda corta si
la aplicamos a como se procedió durante el quattrocento hispano, con las
ramas sefardíes.
Los hebreos
comen hierba amarga. Hagadá de Sarajevo,
siglo XIV.
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Traumaticas y
continuas espurgaciones que concluyen
en la tala inmisericorde de finales del siguiente siglo XV, que las redujo para
siempre a cicatrices.
Representacion de los sephirots del
arbol de la vida. ¿El Zohar nació en Guadalajara?
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Tanto o más
abundantes que los tratamientos anteriores, la rama morisca que tan buenos
frutos diera en tiempos del Sharq al
Andalus, recibirá similares labores culturales.
Con el mismo esmero y aplicación y los no menos continuados y limpios
cortes tan `sin rebrotes´ del XVI y los
definitivos de los primeros años del XVII, cuando estas faenas se dan por
concluidas.
Notablemente eficaces estas podas para esmochar dos de los tres
cimales del tronco de nuestro antaño frondoso árbol nomenclatural - en días en
que aún no existían motosierras - pero si el poder real, el Santo Oficio, su heterogénea
y ubicua tropa de alguasiles y sus siempre muy concurridos Autos de Fe.
Embarco de
Moriscos en el Grao de Valencia de la serie: La expulsión de los moriscos
[1616] Pere Oromig.
Col.
Bankia. Fotógrafo: Juan García Rosell. http://www.arauco.org/SAPEREAUDE/terraaustralisincognita/historiasdealandalus/laexpulsionenlapintura.html
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Menos mal que
precisamente ese siglo XVII, equilibrando la mutilada copa de esa vegetación
tan maltratada como vigorosa, singular y bien enraizada, se activan y comienzan
a retoñar - como enseñan los tratados y la práctica de la arboricultura - yemas
de substitución.
Efectivamente
ac tivando sus células meristemáticas o indiferenciadas, que en esas fechas
reciben pulso y nutrientes, principalmente del también llamado Nuevo Mundo.
Con los proverbiales genio y aplicación de los jardineros y labradores del levante
feliz, añadidos a la igualmente proverbial benignidad y feracidad de sus campos
y jardines, continuaran floreciendo voces genuinas de la tierra, algunas de las
cuales pasarían por la imprenta a Europa.
El `Cactus opuntia´ de Clem. en valenciano figa palera.
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El 16 abril de 1804 Simón de Roxas caminando entre Almería y Cabo Gata
anota en su cuaderno:
... en el mismo camino del Carrizalejo. En este hemos visto el Cactus opuntia y sin flor a la Pita, ambos formando cerca, que no he visto espontáneos en el Cabo.
Simón de Roxas anota la denominación linneana a la primera y la vulgar a la segunda para estas dos especies americanas, que desde su llegada en el XVI se naturalizaban con facilidad el XVII, en Valencia, Alicante y Murcia, pero aún no a principios del XIX en Cabo Gata.
Tan numerosas
sus especies como denominaciones la Pita, actualmente en valenciano
suena más Pitera, conservándose la anterior voz para la hilatura de su
fibra.
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Es de sobra conocido y más desde que el botánico Vicente A. Lorente lo
apuntase, como el médico flamenco Carolus Clusius, también conocido Charles
de L'Écluse (1525 - 1609) pudo ver esta pitera
con su colega Juan Plaza (1525 - 1603) anfitrión en su estancia
de 1569 en la capital del Túria.
... le mostró por primera vez en el Covento de Jesús la Agave americana Lin. que es la que ahora llamamos pita y entonces llamaban `filyagulla´.
Y con este expresivo nombre valenciano la dio a la imprenta el sabio jardinero de Leiden, junto a descripciones botánicas de algunas otras aclimataciones que pudo ver en sus viajes por España: Rariorum aliquot stirpium per Hispanias observatarum historia, publicada en Amberes en 1576.
http://digital.csic.es/bitstream/10261/27175/1/278.pdf |
Mucho debía estimar Simón de
Roxas a esta autor flamenco para posteriormente dedicarle:
La lista de las ramas nuevas podríamos hacerla interminable, ya
que hemos nombrado a Lorente y al
jardín de Puzol, como ejemplo y para hacernos una idea de lo que se cultivaba y
nombraba en la Valencia que conoció Simón
de Roxas, enlazamos a este sólido trabajo:
http://roderic.uv.es/handle/10550/15182
http://roderic.uv.es/handle/10550/15182
Paralela y principalmente botánicos,
jardineros y labradores a lo largo del XIX nos enriquecerán con especies y
voces nuevas.
Los autores botánicos como Clemente que daban a la imprenta voces
vulgares junto a las del castellano u otros de los idiomas peninsulares,
distinguen las valencianas de las catalanas y mallorquinas.
Así llegamos en el ese siglo XIX a esta
producción de Miguel Colmeiro y Penido
(1816-1901) ya conocido de nuestros asiduos por remenear y regirar los papeles
de Simón de Roxas, parte de cuya
obra científica apañó para la imprenta - a la que no pudo llevar estos escritos
en sus agitados tiempos Clemente -
que no llegó a cumplir los 50 años.
Actualmente disponible en: http://bibdigital.rjb.csic.es/spa/Libro.php?Libro=52 |
El académico Colmeiro
distinguía aún las voces catalanas de las valencianas y las no menos riquísimas
mallorquinas. Aunque nacido y criado en Santiago de Compostela, sus
estudios superiores los hizo en la Universidad de Barcelona, a la que volvió
para opositar a la cátedra que aún no hacía demasiado había dejado vacante, Juan Francisco de Bahí y Fonseca
(Blanes, Gerona, 1775 - Barcelona, 1841).
Tal vez Colmeiro conocería
antes de ocupar la plaza la famosa traducción de su docto predecesor y sus ecos literarios en fechas de su
publicación 1802, con ocasión del ya visto pingpong estilo Lorente-Cavanilles que Bahí mantuvo con nuestro ya conocido Agustín de Juan boticario director del Real
Jardín de Cartagena. http://riubu.ubu.es/handle/10259.4/2322
Aquí conjeturamos debió ver Colmeiro
la mitad de la correspondencia que mantenían Bahí , Lagasca y Simón de Roxas, con cuya letra y
singulares expresiones se familiarizó y no dejaría de seguir con interés, cuando
accede - al llegar al Real Jardín madrileño en 1868 como director - a su
voluminosa e interesante obra manuscrita.
Dejaremos - por ahora - los ancestrales y rotundos nombres vulgares de
variedades de uvas y trigos catalanes que colectó para Clemente, a quien jamás se le hubiera pasado por la cabeza dejar de
compararlos, pero no mezclarlos, con los cereales valencianos y mallorquines en
su Ceres Hispanica.
Para Lagasca
(1776 – 1839) que se dejó las pestañas en esta obra coral, cuya sincera amistad
y leal colaboración científica con Bahí
- establecida inicialmente como con Josefa
Lapiedra vía Simón de Roxas - en
la que en varias campañas sembraron, segaron y trillaron juntos muchas mieses. Quizás esta estrecha relación, no fuera una de las
menores consideraciones para decidirse a salir de Madrid tras su largo exilio londinense, a pasar sus últimos
días de vida en Barcelona.
De la extensa y algo `colosalista´ producción de Colmeiro, hemos
encontrado dos interesantes artículos de sus escritos en la etapa final (1891).
Publicados en el Semanario Farmaceutico: Indicaciones sobre los
nombres vulgares de las plantas. Actualmente accesibles desde:
No solo es necesario: imprescindible, si te
dedicas a las plantas releer a Carlos Pau
( 1857 - 1937).
H.M. Willkomm
reconoció la descripción y la dedicatoria del botánico
aragonés Francisco Loscos (1823 - 1886) a Pau.
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Entre la extensa
producción científica del boticario de Segorbe encontramos estos:
Gazapos botánicos cazados en las obras del Sr. Colmeiro que es Director del Jardín Botánico de Madrid. (1891).
En el tema que llevamos también nosotros
podríamos dispararle a alguno, en este caso por omisión:
Colmeiro
omite pitera y otras numerosas voces valencianas y mallorquinas.
Resulta que probablemente en el catalán de sus tiempos de frontera con el habla andalusí de la taifa de Tortosa, esta rara voz atzavara que designaba formas similares a Aloe vera - probablemente originaria de arabia - y utilizada por los mismo que actualmente desde tiempo inmemorial. Así cuando llegaron de américa las piteras, de arquitectura vegetal aparentemente similar, popularmente se les endosó el mismo nombre. A esta especie si le anota la denominación en valenciano: asever.
Resulta que probablemente en el catalán de sus tiempos de frontera con el habla andalusí de la taifa de Tortosa, esta rara voz atzavara que designaba formas similares a Aloe vera - probablemente originaria de arabia - y utilizada por los mismo que actualmente desde tiempo inmemorial. Así cuando llegaron de américa las piteras, de arquitectura vegetal aparentemente similar, popularmente se les endosó el mismo nombre. A esta especie si le anota la denominación en valenciano: asever.
Sin querer abundar en rasgos del
temperamento idiomático `algo absoluto´ del ultranacionalismo catalán peleón,
identitario, reivindicativo y excluyente de todo lo español, yema que comienza
a recibir impulsos mefíticos tras la espurga y
mutilación de lo que quedaba de las Indias Españolas. Coincidentes a
la tala de ramas caribeñas y tagalas, con maquinaria de tecnología made in USA… Nos resistimos a dejar pasar una observación de Colmeiro que encontramos en su Catálogo metódico acerca de
los límites a la `activación de yemas_ nuevos nombres vulgares´.
A finales del XIX, como había sucedido a
principios con el liquen de Islandia que encontró Lagasca, la fe popular en la fitoterapia, disparó el ansia
por el consumo de esta otra especie hepato_protectora y aromática
de la flora de las regiones de clima ártico, que pasó de llamarse Té del
Labrador, en inglés y castellano, alusión a la península canadiense así
nombrada - no digo a quien se le ocurrió - catalanizarla como Té de pagés.
A seguir.
A seguir.
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