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Microalga terrestre:
Trebouxia sp.
Imagen de http://www.naturamediterraneo.com/forum/topic.asp?TOPIC_ID=103546
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Trebouxia arboricola (Ahmadjian, 1993) era un alga
unicelular bien parecida, disponía de una hermosa pared y un inmenso
cloroplasto que era la envidia de muchas, no tan agraciadas. No era cualquiera
la belleza de su color, un verde intenso que brillaba especialmente al
mediodía, cuando ella se disponía a hacer aquello que más le gustaba hacer,
fotosintetizar. Los rayos del sol la envolvían plenamente y ella se dejaba
acariciar por su calor y sentía cómo la vida golpeaba con fuerza al ritmo de un
electrón desorbitado. Cualquiera que la observara en aquella corteza húmeda y
cálida pensaría sencillamente que era un alga feliz..., aunque lo importante
para ella era ser un alga libre..., un alga de vida libre. Muy pocas de su
especie podían decir lo mismo.
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Los organismos fotótrofos fotótrofos (del griego: photo = luz, troph = nutriente) como las
algas, del género Trebouxia son
capaces de captar energía luminosa por medio de pigmentos fotosintéticos,
almacenando la energía en forma de moléculas de glucosa. Imagen Trebouxia
erici Ahmadjian.
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Trebouxia sabía que carecía de sexualidad y eso le
inquietaba un poco. Con frecuencia había visto a otros habitantes próximos cómo
intercambiaban cierto material que tenía la extraña cualidad de generar un
nuevo individuo. Incluso Chlorella le contó, un tanto escandalizada, que
ciertas bacterias se pasaban unas a otras el misterio material sin motivo
aparente..., solo para cotillear, quizás.
Pero ella no,
ella era un alga asexual y no se podía cambiar. Tenía sus ventajas, claro está;
uno no se agotaba tanto en cada intercambio de aquellos y siempre lucía
brillante y además..., ella nunca moría. Los demás dejaban aquel nuevo
individuo y con el tiempo desaparecían. Lo suyo no era exactamente así, ella
sencillamente se dividía. Lo había visto hacer en algunas ocasiones y no era en
absoluto traumático, sin embargo, siempre tenía la misma pesadilla: ¿cuál de
aquellas pequeñas algas resultantes sería ella?, ¿todas?..., ¡ninguna! Toda su
vida tratando de definirse respecto a las otras algas tan parecidas a ella,
para acabar al final sin saber quién era.
Aquello le deprimía y sufría problemas de
fosforilación contra los que ya le habían advertido, así que decidió no
pensarlo tanto.
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Trebouxia arboricola: Sinónimo: Trebouxia Humicola:
células 2-25 μ, esférica, con una pared relativamente delgada
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Bastante tenía con mantener su independencia, para lo
cual se bañaba a diario en tibia urea. Aquello siempre le funcionó,
transformaba su pared de tal forma que era como una coraza, un armazón (Molina
et al., 1993). Ella era un alga de vida libre..., casi única en su género....
¡lo máximo!
Con frecuencia ser libre no era fácil. Los días de
lluvia ella era feliz, el agua recalaba en su pared y permeaba con alegría por
sus membranas, aquello era gozoso y ella se esforzaba en quedar bien repleta,
alguna vez pensó que quizás reventaría..., nunca ocurrió. ¡Para que luego
dijeran que ella no era hidrofílica! Lo hacía así para cuando llegaran los
tiempos peores. El calor sofocante la deshidrataba y sin agua... ¿cómo
fotosintetizar?, lo había conseguido en parte, pero no era suficiente (Arnon et
al., 1956).
No faltaban muchos ascomicetes y algún
basidiomicete (Hawksworth et al., 1995) que la miraban hambrientos y con malas
intenciones. La necesitaban y ella lo sabía.
Aquellos
fálicos, fenólicos facinerosos (Huneck & Yoshimura, 1996), parásitos sin
escrúpulos, le lanzaban, envuelto en bonito papel celofán, paquetes de esporas
que rápidamente germinaban peligrosamente cerca (Molina & Crespo, 2000). Le
mostraban sus bonitos tejidos con los que, decían, construirían para ella sombrillas
contra el sol ardiente de los meses de estío y le prometían un lecho de
humedades sin fin que llamaban liquen. Sin embargo, a ella no podían engañarla
con nombrecitos, aquello no dejaba de ser un hongo liquenizado y ¿dónde quedaba
ella? Por esa razón, rechazaba sin más y esperaba con ansia la lluvia para
escapar de allí cuanto antes.
Por supuesto, ella sabía que aquella unión funcionaba.
Algunas de sus compañeras que surgieron de su misma división, se juntaron con
alguno de esos hongos y formaron un talo de bonitos colores que vivía próximo,
en aquel mismo tronco..., pero no, aquello de que agujerearan su pared sin
permiso e introdujeran una de aquellas prolongaciones sin más (Ahmadjian, 1982;
Honegger, 1984) no le parecía correcto. Ella siempre había sido un alga con
clase. Después ya no había remedio, él organizaba tus divisiones (Molina et
al., 1997; Honegger, 1984) y tus movimientos (Hill, 1993), entretejía a tu
alrededor un armazón de diseño donde regulaba el agua disponible y del que sin
duda, no se podía escapar (Honegger, 1997; Richardson, 1999). Y eso no era lo
peor; aquello que a ella tanto le gustaba hacer... ¡fotosintetizar!, tendría
que hacerlo para aquel envilecido (Hill & Ahmadjian, 1972), aquel hongo sin
escrúpulos le robaría el fruto de su trabajo diario por una sombrilla..., ¡no
gracias! que se buscara a otra para construir sus apotecios llenos de esporas
mentirosas.
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La reproducción sexual está a cargo del hongo, que
desarrolla esporas en forma de apotecios, estructuras con forma de disco
abierto.
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Ella sabía, en el fondo de aquella memoria universal
que sostiene a los que no mueren nunca, que la soledad puede ser el mejor regalo
y que, como oyó decir una vez, no recuerda a quién: “mejor estar sola que mal
acompañada”.
Bibliografía
Arnon,
D.I., Allen, M.B. & Whatley, F.R. (1954). Nature 174: 394.
Ahmadjian,
V. (1982). En: Progress in Phycological Research Vol I. (F.E. Round &
D.J. Chapman, eds.) Elsevier, Amsterdam 179-233.
Ahmadjian,
V. (1983). The Bryologist 96: 310-313.
Hawksworth
D.L., Kirk, P.M., Sutton, B.C. & Pegler, D.N. (1995) Dictionary of the
Fungi. CAB International, Wallingford.
Hill,
D.J. (1993). Symbiosis 14: 325-333.
Hill,
D.J. & Ahmadjina, V. (1972). Planta 103: 267-277.
Honegger,
R. (1984). Lichenologist 16: 111-127.
Honegger,
R. (1997). En: The mycota V Part A. Plant relationships (G.C. Carroll
& P. Tudzynski, eds). Springer, Berlín 209-221.
Huneck,
S. & Yoshimura, I. (1996). Identification of lichen substances.
Springer, Berlin.
Molina,
M.C., Muñiz, E. & Vicente, C. (1993). Plant Physiology and
Biochemistry 31: 131-142.
Molina,
M.C., Stocker-Wörgotter, E., Zorer, R., Türk, R & Vicente, C. (1997). En Eukaryotism
and symbiosis. Intertaxonomic combination versus symbiotic adaptation
(H.E.A. Schenk, R.G. Hermann, K.W. Jeon, N.E. Müller & W. Schewemmler,
eds). Springer, Berlín 486-490.
Molina, M.C. & Crespo, A. (2000). Mycologycal
Research:
104: 595-602.
Richardson,
D.H.S. (1999). Mycological Research 103: 641-650.
Información
complementaria en: http://es.wikipedia.org/wiki/Liquen
Otra versión y mucha información e imágenes sobre líquenes en: http://treparriscosfieldnotebook.blogspot.com.es/2012/10/historia-de-un-alga-llamada-trebouxia.html
Comentarios:
Lleva años dando tumbos por la red pero es ahora
cuando ha llegado a nosotros esta original narración de la Dra. Mª del
Carmen Molina Cobos, no hemos
podido evitar el atrevimiento de copiar y pegar su escrito sobre la simbiosis
alga-hongo que hasta los profanos en la materia reconocen como líquenes.
Tiene desde luego el enfoque de los últimos avances en
ecología y fisiología vegetal, pero muy acertadamente la autora lejos de
soslayar resonancias, de las que inevitablemente ocasionan cruces de miradas en
el aula o sonrisas maliciosas de ciertos inmaduros estudiantes, cuando se
manejan términos como penetración, sometimiento, autosuficiencia sexual . . .
Nuestra bióloga se pone al otro lado de la membrana
del alga Trebouxia, poniendo voz a supuestos pensamientos de este aparentemente simple organismo. El
resultado de mezclar lo que podría haber sido una comunicación usual de la literatura científica, con el
discurso de las tan traídas y llevadas relaciones de género y sus problemáticas
desde el punto de vista de la identidad y la autoestima,más aún si Jung en su
magnífica aportación a la comprensión del proceso de individuación (véase
su Psicología y Alquimia) hubiera podido
degustar este coktail de biología, sociología y sicología, seguro que le habría
llamado la atención.
Nuestro querido naturalista Simón de Roxas si lo
hubiera leído_probado tal vez habría repetido segunda copa, nunca sabremos si por
la rareza del brebaje o por resonancias gustativas y sensoriales de esas que
desencadenan emociones y recuerdos.
Aunque vaya usted a saber, Simón de Roxas pionero de
los estudios de algas, hongos y líquenes en nuestro país, a quien no se le
conoció más afición al femenino singular que el artículo que precede a la Ciencia, tenía sobre estos temas
reservas y baluartes almenados, por no hablar de fosos y puentes levadizos que
rara vez franqueaban sentimientos, que emergen como rarísima brizna en
alguna confidencia a su amigo del alma Lagasca,
a propósito de una tal Doña Micaela -
amiga común - a la que da recuerdos, manda reñir por demorarse en contestar
misiva, o se franquea con D. Mariano con respecto a ella con un :” . . .pero
soy tan delicado”.
Es muy posible que como indica Perez Rubín (2009) El testamento anotado del botánico Mariano Lagasca Barcelona 1839, esta dama fuera Micaela Carrasco, hermana de Antonia Carrasco, la esposa de Lagasca y por tanto su cuñada y tía de sus hijos.
Es muy posible que como indica Perez Rubín (2009) El testamento anotado del botánico Mariano Lagasca Barcelona 1839, esta dama fuera Micaela Carrasco, hermana de Antonia Carrasco, la esposa de Lagasca y por tanto su cuñada y tía de sus hijos.
Ambos naturalistas respecto a sus relaciones con las féminas, en una época en que la mujer era única e inevitablemente: un buen partido como esposa o un objeto decorativo o una pieza a
acechar en los salones y abatir en la alcoba, tuvieron alumnas y mantuvieron
significativas relaciones científicas y de verdadera y entrañable amistad con las pioneras
naturalistas de principios del XIX.