viernes, 28 de noviembre de 2014

UN LUGAR DE ENCUENTRO



Hemos podido asistir a las ya novenas jornadas que organiza el Ayuntamiento de Titaguas en homenaje y recuerdo de su vecino más ilustrado, en esta ocasión con la colaboración de la Universidad de Valencia y la Fundación Simón de Rojas.

Sencillamente nunca defraudan estas horas de encuentro con otros interesados en la memoria de Simón de Roxas y sus días.También es de interés escuchar las comunicaciones siempre de calidad, conferencias que esperamos poder enlazar y a las que desearíamos agregar las de jornadas anteriores que aún no están disponibles.

Como se ve en el cartel elaborado para la presente convocatoria, en esta ocasión se trataba de los distintos posicionamientos de los intelectuales y científicos españoles frente al conflicto napoleónico.

Retrato y firma del duque Gaspard de Clermont-Tonnerre (1779-1865), ayudante de campo de José I Bonaparte, con quien Clemente tuvo buena relación y que muy bien pudo aprovechar para encumbrarse en la efímera corte intrusa, con la que mantuvo la más esquisita y diplomática distancia propia del gran hombre de ciencia que era y cuya valía fue unánimemente reconocida, respetando siempre sus decisiones y delicada situación.

Desde nuestro punto de vista lo más interesante de este tipo de encuentros, suelen ser las impresiones y conclusiones personales que cada uno pueda sacar, partiendo de las informaciones que se presentan por los reconocidos investigadores y especialistas que suelen participar.

Y para impresiones pudimos apreciar desde nuestro asiento entre los asistentes la que produce el tema del “afrancesamiento” de Clemente: Incredulidad, cierta agitación e incomodidad.

El fusilamiento del general Torrijos y sus compañeros, cuadro de A. Gispert (1888), símbolo de la lucha contra el despotismo y la tiranía, con los rasgos de nobleza y serenidad épicas, propios del héroe romántico.


Y es que más de doscientos años después, este término aún tiene un eco inquietante, sinónimo de alta traición e ignominia impresentable, un estigma difícil de digerir a pesar del tiempo transcurrido.

No está en nuestro ánimo endulzar la amargura que el tema puede producir, pero él momento histórico y los acontecimientos a los que Simón de Roxas y tantos intelectuales y científicos se enfrentaron aquellos años tiene mucho fondo y muchos enfoques.

Según un denso artículo sobre los naturalistas prelinneanos* que trae una novedosa prospectiva de  redes en la historia natural durante el XVIII y principios del XIX. Las aportaciones trascendentales - las que generan avances de la ciencia- devienen de la interacción entre investigadores, particularmente los naturalistas de primera línea.

Como no es cuestión de repetir sus contenidos con otras palabras, me permito cortar y pegar los siguientes párrafos: 
Entre los botánicos, la interacción más común tomó la forma de intercambios de cartas y muestras. Se pueden considerar las influencias intelectuales como otro tipo de vínculo, a pesar de que las pistas que así se dejan sean menos evidentes que en el caso de las ediciones y traducciones de las obras de los compañeros. También se establecían conexiones más directas mediante visitas personales, viajes y publicaciones conjuntas. Consideradas desde el punto de vista de las redes, estas formas de colaboración más estrecha constituían una especie de columna vertebral de la "República de los Botánicos". . . 
 
Y a propósito de esto de la “Republica de los Botánicos” añade:
Partiendo de la idea de que el objetivo final de la ciencia es el establecimiento de las verdades universales sobre la naturaleza, notamos que a menudo se obvia la influencia de la ubicación de la práctica científica, así como el estatus de sus diversos actores. Desde que emergió el ideal de la “República de las Letras” en la Europa del Renacimiento, el desarrollo de la academia se ha concebido como un espacio universal que requiere de la colaboración entre los estudiosos de todos los orígenes, las condiciones sociales y las denominaciones (Bots y Waquet, 1997). Antes del triunfo del positivismo, los filósofos y los académicos de la Ilustración proclamaron el carácter universal de la práctica científica como una condición previa de su objetividad. Incluso entre los historiadores, el punto de vista dominante durante mucho tiempo ha sido que el buen conocimiento científico no se vea afectado por las condiciones sociales, culturales ni locales. La ciencia de la Ilustración en particular, todavía se considera inmune al veneno del nacionalismo científico que contaminó los siglos XIX y XX.

Pues sí, Simón de Roxas desde el punto de vista del bando patriota pudo muy bien ser enjuiciado por alta traición y confraternizar con el enemigo en tiempo de guerra. Concretamente con el entonces capitán de caballería Bory de Saint-Vincent, adjunto al estado mayor del mariscal Soult y con el también entonces capitán d'Audebert de Férussac, ayudante de campo del general Daricaud,  a los que facilitó informaciones estratégicas sobre el relieve y demás datos de geografía física de nuestro territorio y su naturaleza, de los que podían fácilmente inferirse recursos vías, poblaciones etc. 

El barón Jean Battiste Bory de Saint-Vincent (1778-1846)


Podríamos extendernos ad nauseam con el tema pero si nos quedamos con la sustancia, el sentido del honor aún vigente en la época tenía para este tipo de relaciones cierta plasticidad.
Es curioso el episodio de la armada inglesa que durante el bloqueo, en aquellos años, requisó la carga de un navío español. Al estudiar ciertos cajones se pudo ver que contenían muestras de historia natural y tras un largo itinerario vía Holanda fueron devueltos a Cádiz con una nota: “Inglaterra no hace la guerra a la ciencia”.

Pero no es menos cierto que para amplios sectores, especialmente desde 1798, la pena de muerte era poco  si se trataba de neutralizar: «el extranjerismo y las malsanas doctrinas que se infiltraron en nuestra patria». 
 O aquello repetido tanto por el juez revolucionario que guillotinó a Lavoisier (1763- 1794): “La República no necesita ni científicos ni químicos, el curso de la justicia no puede ser detenido”, como  la no menos memorable salvajada del general Morillo, enviado de Fernando VII a reconquistar Nueva Granada, que no dudó en ajusticiar al gran Francisco José de Caldas (1768-1816) sentenciando: “España no necesita sabios”.

La cosa no crean que esta tan superada, pregunten por ejemplo a la familia de Ernest Lluch.



Simón de Roxas era muy consciente de esto y por eso borró las pistas, por ejemplo su correspondencia con el barón Bory de Saint-Vincent.
Muy recomendable lectura ahora y fácilmente accesible gracias a Martín Polo,  tanto lo que muestran como lo que esconden, las cartas  son  esclarecedoras y tienen para el que quiera ver todas las claves del asunto.  Y a fin de cuentas  es la vida misma la que lo expone, cuando vemos el plano de Titaguas que levantó hacia 1813 Simón de Roxas en su pueblo o nos deleitamos con la Guide de Voyageur en Espagne del barón francés resuenan las influencias.

Por encima de la propia vida, de la conveniencia y de las necesidades del servicio, el honor de los naturalistas románticos a los avances de la Ciencia.
  

Por último enlazamos un magnífico trabajo de dos profesores de la Universidad de Oviedo, donde a través de la obra cartográfica de Bory flota el espíritu de aquellos días o mejor de aquellas noches en que tanto intercambiaron Simón de Roxas y él. 

Anexos.
1.-* Sobre la "Republica de los Botánicos" : 

2.- Sobre el artículo:
La contribucion de Bory de Saint-vincent (1778-1846) al conocimiento geográfico de la Península Ibérica. Redescubrimiento de una obra cartográfica y orográfica olvidada.

3.- La correspondencia con el Barón Bory de Saint -Vincent esta en el cap. 7 de la Tésis de Martín Polo (ya enlazada en anteriores posts) a partir de la pág. 390.
La carta cuyo personaje no esta claro va probablemente dirigida al barón de Ferussac.
 
A modo de epílogo:
"Somos víctimas —pensaba yo— de un doble espejismo. Si miramos afuera y procuramos penetrar en las cosas, nuestro mundo externo pierde en solidez, y acaba por disipársenos cuando llegamos a creer que no existe por sí, sino por nosotros. Pero, si convencidos de la íntima realidad, miramos adentro, entonces todo nos parece venir de fuera, y es nuestro mundo interior, nosotros mismos, lo que se desvanece. ¿Qué hacer entonces?"
Antonio Machado

Páginas escogidas. Prólogo a la edición de 1917.